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¿En serio hay que estar serios?


«Contener el primer impulso no es difícil;
lo difícil es contenerse después de haber sucumbido al primer impulso.»
Lucio Anneo Séneca (4 a.C.-65 d.C.)


La vida es complicada y −como decíamos hace unas semanas− por eso resulta tan interesante. Conflictos internacionales de una posible nueva guerra mundial, en nuestra nación crímenes, maltrato y desprecio a la vida de las personas, problemas económicos, familiares o personales por doquier… Bien decía un anciano sabio: «Líbrenos Dios de tiempos interesantes»; y es que el nuestro, por desgracia, verdaderamente lo está siendo.

Sí, la situación actual no es precisamente para estar hechos unas pascuas, pero eso tampoco debería implicar ir por el mundo con cara de pocos amigos. La frase del filósofo cordobés advierte que la dificultad mayor no reside en el hecho de evitar el inicio de algo, sino detenerlo una vez ya comenzado. En el ritmo de vida acelerado que llevamos nos hemos acostumbrado a estar tensos, circunspectos, incluso avinagrados y lo más preocupante es que resulta difícil dejar de estarlo. Esta realidad, no es más que la aplicación, a nivel psicológico, de la conocida fuerza física de la inercia. Ya sabemos que cuanto mayor sea el peso del objeto en movimiento más intensa y fuerte resultara ésta.

Uno de nosotros estando en un país de los llamados del primer mundo recibió el consejo de su jefe, un compatriota que llevaba años residiendo allí: “No vayas sonriendo por la calle, aquí todos están serios, si te ven mirarlos con cara feliz van a pensar que quieres algo de ellos…”. Y es que hoy en día cuando vas por la calle lo fácil de ver es la preocupación continua por las dificultades cotidianas, el gesto áspero, cortante. Pero esa actitud a la larga conlleva un estrés mantenido y sabemos que éste conduce indefectiblemente a la enfermedad. No es fácil encontrar el equilibrio necesario entre afrontar con responsabilidad los problemas de la vida y mantener un sano optimismo que nos ayude a vivir con ilusión y esperanza. Existe el riesgo, como siempre ocurre, de acabar en los extremos: Caer en una actitud pueril, un positivismo impostado de quien parece vivir mundo de jauja, o caminar por la vida como un inspector de hacienda cuando en su despacho nos solicita revisar nuestra declaración.

Y lo cierto es que “ser serio” es algo bueno. Es decir, ser formal, cabal, sensato, reflexivo o juicioso siempre será algo deseable. Pero se puede ser todo eso y al mismo tiempo no necesariamente “estar serio”. Un consejo para los que tienen a otras personas bajo su cuidado o supervisión es que cuanto más grave sea lo que se tiene que señalar más suave y agradable debe de ser en las formas. Una sonrisa franca en un diálogo evitará una actitud defensiva en quien recibe la corrección o el aviso. Ya lo decía Pamela Lyndon Travers en boca de su célebre niñera Mary Poppins: con un poquito de azúcar la medicina amarga se toma mejor.

Y ¿cómo conseguir permanecer alegre cuando todo alrededor invita al pesimismo, a la desesperanza o, incluso, a la desesperación? Ocurre, como decía Viktor Frankl, igual que con la pregunta cuál es el sentido de la vida:

“Dudo que haya ningún médico que pueda contestar a esta pregunta en términos generales, ya que el sentido de la vida difiere de un hombre a otro, de un día para otro, de una hora a otra hora. Así pues, lo que importa no es el sentido de la vida en términos generales, sino el significado concreto de la vida de cada individuo en un momento dado.”

Se le puede comunicar a otra persona que la vida tiene un sentido, pero es tarea de ésta hallar personalmente cuál es el suyo. La respuesta debe ser buscada y encontrada por cada uno, no vale una solución estándar. Para algunos estará en el mundo material: la fama, el poder, el dinero… Para otros se encontrará más allá de este mundo visible: en lo espiritual, lo religioso, lo trascendente…

Lo cierto es que todos necesitamos una motivación para superar situaciones, momentos y circunstancias que de otra forma nos resultarían insuperables. Nuestra profesión nos permite conocer a las personas fuera del palco escénico, entre bastidores. Una vez despojados del disfraz de autosuficiencia que solemos exhibir cuando estamos en público. El momento de afrontar una enfermedad es el que pone de manifiesto la solidez del ser humano. Resulta sorprendente darse cuenta de qué manera tan diferente puede reaccionar cada persona ante una misma mala noticia. Como dice la sabiduría popular: “A los verdaderos capitanes se les conoce en la tormenta, con el mar en calma todos se creen capitán”.

Hablamos seriamente de cosas serias, pero todo puede ser tratado con un corazón apasionado, una mente fría y una sonrisa cálida en la cara.


Dr. Manuel Álvarez Romero, Médico Internista
Dr. José Ignacio del Pino Montesinos, Médico Psiquiatra

7 de febrero de 2022


         

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