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Manipulación

 

                                                                                                    Manipulación  

 «La herramienta básica para la manipulación de la realidad es

la manipulación de las palabras. Si puedes controlar el significado

las palabras, puedes controlar a la gente que debe usar las palabras.» 

Philip K. Dick (1928-1982)

Nadie quiere sentirse manipulador y, aún menos, sentirse manipulado, pero lo cierto es que cuando saludamos a alguien diciéndole “Buenos días” ya le estamos obligando a que nos conteste o que, por lo menos, se fije en nosotros. Lo que ocurre es que este tipo de “manipulación” no se considera como tal. El diccionario de la Real Academia Española es claro en que debe reservarse tal sustantivo cuando se interviene distorsionando la realidad y buscando sólo el interés propio. Y no es el caso cuando uno simplemente saluda con amabilidad.

Uno de los abajo firmantes ha disfrutado en los últimos meses de la obra de Philip K. Dick, brillante autor estadounidense de ciencia ficción, de vida complicada y que falleció a los cincuenta y tres años con un trastorno psicótico. Quizás nuestros lectores crean no conocerlo, pero seguro que reconocen sus obras. Es el autor de los relatos en los que se basan películas como Blade Runner (“¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”) con Harrison Ford, Desafío total (“Podemos recordarlo todo por Ud.”) con Arnold Schwarzenegger y Sharon Stone, Minority report (“El informe de la minoría”) con Tom Cruise, Next (“El hombre dorado”) con Nicholas Cage o Paycheck (“La paga”) con Ben Affleck y Uma Thurman. Su novela ucrónica “El hombre en el castillo”, ganadora del premio Hugo, dio lugar a una serie de igual nombre en la que se hipotetiza qué hubiera pasado si japoneses y alemanes hubieran ganado la Segunda Guerra Mundial. Ávido lector de Franz Kafka y de Edgar A. Poe, muchas de sus obras tienen como tema central la locura de la guerra, la opresión de los estados totalitarios y, especialmente interesante, saber qué nos distingue y nos hace realmente humanos. Su originalidad e imprevisibilidad le ha hecho merecedor de ser el escritor preferido de los escritores de ciencia ficción.

 Y eso que no es el único que advierte sobre lo que el futuro puede depararnos, recordamos al también estadounidense Ray Bradbury y su ominosa “Farenheit 451” o al británico George Orwell con su “gran hermano” en “1984”. Ambos coinciden en señalar el valor de las palabras, el primero para prohibirlas quemando los libros (451º Farenheit es la temperatura a la que arde el papel) y el segundo para utilizarlas con fines perversos, como queda de manifiesto en su célebre frase de otra gran obra suya, “Rebelión en la granja”:

“Todos los animales son iguales, pero algunos más iguales que otros”

Incluso el italiano Luigi Pirandello, ganador hace ya casi un siglo del Premio Nobel de Literatura, insistía en el peligro de las palabras:

“Aquí reside todo el error, en las palabras. Cada uno de nosotros posee dentro de sí un mundo de objetos, su mundo. Pero ¿cómo podremos entendernos si en las palabras que yo pronuncio encierro el sentido el valor de las cosas tal como son dentro de mí, mientras quien las escucha las asume inevitablemente con el sentido y el valor que tienen para él, que tienen en su mundo? Creemos entendernos; ¡nunca nos entendemos!”

Las palabras son importantes y es necesario saber lo que significan. Si decimos “Mamá” parece que decimos lo mismo, pero cada uno vivencia su realidad única y distinta del resto. Así hay ya dos problemas, aclarar el significado de lo que decimos y utilizarlo con un fin noble. Veamos este segundo aspecto.

En nuestra profesión tenemos la suerte de conocer a las personas “por dentro”, sin máscara, y estaremos de acuerdo en que existen más buenas personas que malas; aunque estas últimas hacen más ruido y más daño. Dentro del segundo grupo hay especialistas en asustarnos, pues así resultamos más fácil de manipular. Cuando un ser humano siente que su vida está en grave peligro reacciona siguiendo a su sistema límbico más que a su lóbulo frontal. Nos guían las emociones dejando atrás algo tan humano como la capacidad de reflexión. Así, afrontamos continuas noticias sobre guerras, enfermedades, catástrofes… Ahora la amenaza nuclear, cuando no los meteoritos y siempre el cambio climático. Estamos de acuerdo en que debemos cuidar nuestro planeta para dejárselo a nuestros hijos mejor que lo encontramos, pero oyendo a algunos voceros pareciera que la única posibilidad de que la Tierra sobreviva es que se extinga la raza humana, causante de todos los males. No caigamos en ese error.

El ser humano, gracias a su libertad, es capaz de lo peor y lo mejor por tanto allá donde nos encontremos no seamos egoístas manipuladores sino personas libres, reflexivas, llenas de esperanza y portadoras de alegría. Vivamos tranquilos y disfrutemos lo que tenemos. ¡Muy buenos días!

Dr. Manuel Álvarez Romero, Médico Internista

Dr. José Ignacio del Pino Montesinos, Médico Psiquiatra

Salud Mental y Humanismo Médico

13 de octubre de 2022


         

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