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Un buen regalo, las oportunidades

«Amigos son los que en las prosperidades acuden

al ser llamados y en las adversidades sin serlo.» 

Demetrio Poliorcetes (337 a.C.-283 a.C.)

Podemos pensar, muchas veces, que es una tarea bien gozosa gastar el tiempo con los amigos. Y especialmente con los viejos y buenos amigos con los que compartimos recuerdos y vivencias. Alguien bien significativo en tiempos recientes, dejó en escrito un acertado comentario: “¿A ti no te gusta tratar con los viejos amigos y decirles cosas íntimas? A mí me gusta mucho.” Y remataba, ese gran hombre de nuestro tiempo que fue Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei: “pues eso es lo que hace Jesucristo con los hombres”. Bonita consideración ¿verdad?

          La amistad es un gran tesoro. Pensemos si no, para cerciorarnos, en ese trasvase enriquecedor que se da entre los amigos, de uno al otro y viceversa. En él ponemos en juego −son palabras del Profesor Laín Entralgo– nuestra benevolencia, la beneficencia y la confidencia. Tres grandes manifestaciones del amor que propiciamos y que recibimos en el ejercicio práctico de la amistad.

          Rof Carballo, maestro en la Medicina Psicosomática, en su libro “Terapéutica del hombre”, expone la importancia del empeño en lo que hacemos junto al desasimiento de eso mismo que tratamos. Y bien resalta el propio Rof cuánto bien se deriva para las personas el saber implicarse con amor en lo que nos ocupa; sabiendo a la par, vivir el desasimiento cuando se nos escapa, se nos acaba o nos es arrebatado aquello en que nos ocupamos. Pero es preciso, en este punto una acertada pregunta:

          -Y ¿si esa pérdida es una nueva oportunidad?

          O también:

          -Y ¿si esa enfermedad constituye la ocasión para el cambio que, en estos momentos, reclama nuestra biografía?

          Cuánto puede aprenderse si estamos alerta en nuestros diálogos amistosos que podrán ser, tantas veces, focos de luz clarificadores de nuestras mentes y nuestros corazones. Será quizá la gracia derrochada, el cariño desplegado, la ocasión propicia o el cálido ambiente, Algo será, pero existe ese algo que despierta la capacidad receptiva y cubre la posible necesidad existente en cada uno de nosotros. Esta es la razón por la que recogemos esa idea, impulso o motivación capaz de dar un impulso o un giro significativos a nuestra propia vida. No cabe duda de que es una buena disposición esa de recoger y aprovechar las oportunidades que el vivir nos depara. Y dichoso, también el que sabe y se siente capaz de tenerlo como hábito.

          Mucho puede aprenderse en “El Efecto Gioconda”, ensayo publicado, por uno de nosotros, en Editorial Almuzara, donde se trata de los significativos beneficios que tantas veces se dan en los encuentros entre las personas, que nos dejan el impacto benefactor de hacernos ver algo en lo que nos conviene progresar y mejorar. Ese es el efecto Gioconda que tan feliz resulta cuando se recibe con aprovechamiento. Y así, serán muchas y muy diversas las Giocondas con quienes nos crucemos en los caminos del vivir, pero mucho nos importa saber que hay algunas, especiales, destinadas, con su mensaje, a cambiarnos la vida. No las dejemos ir sin más, pues mucho nos jugamos en el terreno de la amistad, la familia, la tarea profesional y, al fin, en la sabiduría del vivir. Si, al hilo de la lectura de estas páginas, hacemos memoria, seguro que recordaremos más de uno de estos casos, en nuestra propia biografía.

           Crecimiento y desarrollo son dos términos que aparentan similitud y, sin embargo, expresan conceptos bien distintos. Crecer es aumentar de tamaño, es mera aposición. Y, desarrollarse es crecimiento cualitativo manteniendo la propia identidad. Así pues, el desarrollo es lo que más importa, lo que nos enriquece y nos hace más capaces de servir, ayudar y gozar. El valor de nuestra vida suele ir acompasado por lo que acabamos de referir.

          Y con respecto al segundo, en cualquier ámbito de nuestra vida el desarrollo personal está bien ligado al ejercicio de nuestra capacidad amorosa. No es banal traer a colación, ahora, aquello que el poeta Juan de la Cruz expresó tan claramente cuando recordaba que:

“Al final de nuestra vida nos examinarán sobre el Amor”.

Gran cosa sería contar con estas ideas y tratar de darles vida y tenerlas presente en nuestro día a día.

Dr. Manuel Álvarez Romero, Médico Internista

Dr. José Ignacio del Pino Montesinos, Médico Psiquiatra

3 de marzo de 2022
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