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Ventanas rotas

«Mira. Mira. Luego vuelve a mirar y podrás conseguir lo que quieras,

[…] el éxito está en los detalles.» 

Federico Allodi Muñoz (n. 1934)

La frase del psiquiatra cordobés, afincado en Toronto, nos proporciona la clave para el éxito. Entendido éste, no como el mero paso a la fama o la popularidad inanes, sino el derivado de haber realizado el trabajo bien hecho. Y no se trata de una labor cualquiera, sino la de un médico que ha sido considerado por el periódico “The Globe and Mail” como uno de los hispanos más influyentes de Canadá.

Sin duda es mejor mirar que ver, escuchar no sólo oír. Son consejos impagables que sólo pueden conseguirse añadiendo a las percepciones nuestra atención y sincero interés. Y lo cierto es que la receta vale para todo lo importante de la vida. Muchos recordarán el clásico experimento social llevado a cabo por el Prof. Philip Zimbardo de la Universidad de Stanford allá por 1969. Para el mismo tuvo que emplear dos coches de la misma marca, modelo y color. Abandonó uno en el Bronx, un barrio pobre de Nueva York, y otro en Palo Alto, una zona rica de California. Es evidente que la población de cada sitio es distinta y los resultados así lo confirmaron. En pocas horas el coche abandonado en el Bronx sufrió el vandalismo más común: perdió ruedas, radio, espejos y hasta el motor. En cambio, el coche californiano a la semana seguía impecable.

Parecería que la pobreza era la causa, pero Zimbardo con la mente siempre inquieta no se conformó con esta explicación. Y decidió romper una ventana del coche californiano. Inmediatamente ocurrió lo mismo que en Nueva York y el coche fue rápidamente deshecho. Otros autores como James Q. Wilson y George Kelling continuaron esta línea de investigación y encontraron que cuando predomina el descuido, la suciedad o el desorden es el caldo de cultivo perfecto para el delito y el crimen.

Esta “Teoría de las ventanas rotas” fue aplicada con éxito veinticinco años más tarde por el alcalde de Nueva York Rudolph Giulani con su política de “Tolerancia cero” ante las infracciones. Y ello no tanto como medida represiva o castigadora, sino como medio de prevenir y promover las condiciones óptimas de seguridad y bienestar para la sociedad.

Sí, hay que cuidar lo pequeño porque lo grande se cuida solo. Y todo esto ¿tiene algo que ver con nuestro trabajo cotidiano? Entendemos que sí.  Si alguien pretende ir con “el piloto automático” cotidianamente se llevará, más pronto que tarde, un disgusto en su práctica clínica.

Estando en consulta con un joven colega durante sus años de residencia tratábamos de explicarle este concepto. Es necesario prestar una atención personalizada y completa al paciente, a esa persona que comparte con nosotros sus sufrimientos más íntimos. No podemos estar distraídos con nuestras inquietudes propias o con el maravilloso fin de semana que nos aguarda. No, como decía el insigne médico psicosomático argentino Luis Chiozza:

“Para ver no basta con mirar. Sólo podemos ver cuando tenemos una idea de lo que busca la mirada. Cuando el dedo que señala tiene éxito en la tarea de indicar una presencia, es porque se comparte la idea de aquello que hay que ver.” 

Debemos saber que estamos ante una persona única e irrepetible con sus miedos y deseos, sus problemas e ilusiones, sus decisiones y hábitos… y mientras ir pensando en qué es lo que nos podemos encontrar. Y también hay que recordar una cosa más e igualmente importante, su actuación está condicionada no sólo por nuestra presencia. Eso quiere decir que lo que hace el paciente no “me lo hace”. Debemos personalizar nuestra atención, pero evitar tomarnos como algo personal su conducta. Sí, ya se que no es fácil separar una de otra, pero quien dijo que la vida sea fácil, nuestra existencia es un puro equilibrio. Un árbol necesita raíces muy profundas para que sus ramas puedan alcanzar alto en el cielo.

Y, ya para terminar, podemos citar a otro gran maestro cuando nos advierte que no todo está explícito ante nosotros, sino que también resulta fundamental darse cuenta de lo que debería estar y no aparece. En palabras de Milton Erickson:

          “Cuando oigan a un paciente, escuchen lo que oigan y luego incorpórense en esa silla y vuelvan a escuchar, porque la historia tiene otra faz. […] Cuando uno mira cosas, debe mirarlas bien. Cuando uno escucha a un paciente, debe escuchar minuciosamente y tratar de imaginar cuál es la otra cara de la historia. Porque si uno escucha solamente la historia que narra el paciente, no conoce en realidad toda la historia.”                                                                                                

¡Ojalá podamos recordar todo esto mañana al empezar el día!

Dr. Manuel Álvarez Romero, Médico Internista

Dr. José Ignacio del Pino Montesinos, Médico Psiquiatra

9 de mayo de 2022


         

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